Zulema Tabares vivió una vida llena de amor, calidez y una bondad inquebrantable. Nació el 1 de marzo de 1983 en Jalisco, México, y llevó consigo un espíritu de generosidad y sinceridad que tocó la vida de todos los que la conocieron. El 2 de febrero de 2025, falleció en California después de luchar contra una enfermedad crónica, dejando un legado de amor, fortaleza y altruismo.
Conocer a Zulema era conocer la verdadera bondad. Tenía una habilidad natural para hacer que las personas se sintieran vistas y valoradas. Su personalidad humilde y carismática le permitió formar conexiones profundas y duraderas, y atesoraba las amistades que construyó a lo largo de los años. Ya fuera ofreciendo palabras de aliento, brindando una mano amiga o simplemente compartiendo una sonrisa sincera, Zulema hizo del mundo un lugar mejor de innumerables maneras.
La mayor alegría de su vida fue su familia. Fue una madre devota para sus hijos, Christian Esquivel, Rigoberto Esquivel y Melanie Esquivel, quienes eran el centro de su mundo. Abrazó la maternidad con amor y paciencia, asegurándose de que sus hijos crecieran sabiendo que eran profundamente amados y apoyados. Su influencia vivirá a través de ellos, en las lecciones que les enseñó y en el amor que les dio sin reservas.
También compartía un vínculo especial con sus hermanos, Romualdo Tabares y Jonathan Tabares, quienes la conocían no solo como hermana, sino como un pilar de apoyo y amor incondicional. Su bondad trascendía su familia, pues siempre estaba dispuesta a ayudar a quienes lo necesitaban, sin importar las circunstancias.
Zulema fue precedida en muerte por sus queridos padres, Salvador Tabares y Francisca Aguilar, y por su esposo, Rigoberto Esquivel, a quien amó profundamente. Aunque ya no está físicamente presente, su espíritu sigue vivo en los corazones de todos aquellos que tuvieron el privilegio de conocerla.
Será recordada por su corazón de oro, su capacidad de unir a las personas y la manera en que convertía incluso los momentos más simples en recuerdos inolvidables. Su legado es de amor, resiliencia y generosidad inquebrantable.
Su presencia será profundamente extrañada, pero el amor que dio continuará brillando en las vidas que tocó.